sábado, 8 de marzo de 2014

Conferencia de Rosa Otero Béjar "Los Tholos de la Zarcita y el poblado amurallado del Cabezo de los Vientos" y visita guida al yacimiento arqueológico

El día 6 de marzo 2014 nuestra Asociación organizó la conferencia de Rosa Otero Béjar, técnico arqueóloga de la Delegación Territorial en Huelva de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía, con el título “Los Tholos de la Zarcita y el poblado amurallado del Cabezo de los Vientos” . Ponencia que organiza nuestra Asociación de Amigos del Museo Onubense, A.M.O. dentro de su ciclo de conferencias “Conociendo nuestra provincia” y que tuvo lugar en el Salón de Actos del Museo de Huelva.

 Rosa Otero, describió la formación, en el IV-III a.d.C., de los paisajes agrarios por la intensificación de la explotación de las tierras para los cultivos agrícolas y el aprovechamiento ganadero . En este contexto estas sociedades crean una estrecha relación entre los poblados y las necrópolis megalíticas.

En el Andévalo occidental se forman los primeros pobladores y comunidades agrarias del Calcolítico. Se produce la apropiación de las tierras mediante la legitimación de los ancestros enterrados en las tumbas, caso del poblado fortificado del Cabezo de los Vientos y la necrópolis de La Zarcita. A través del estudio de sus ajuares y estructuras se enmarcaron estas construcciones funerarias dentro de la cultura de los tholos (sepulcros de falsa cúpula). Contaban con poblados fortificados y desarrollaban una economía en la que destacaba la metalurgia del cobre.

 Al día siguiente, posterior a la conferencia, se realiza una visita guiada al yacimiento arqueológico situado en la localidad de Santa Bárbara (Huelva), asistida por Rosa Otero, profundizando más en las explicaciones de dicho asentamiento.

 El poblado del cabezo de los Vientos se ubica en una colina dominante de las Cumbres de la Zarcita, donde predomina actualmente un extenso paisaje de encinas.

 Ocupa un emplazamiento estratégico, desde el que se controlaba visualmente los recursos explotados y espacios del entorno, las vías de comunicación, etc.

 Su localización estratégica facilitaría el dominio visual del territorio circundante y sus recursos, las rutas de acceso y su necrópolis, compuesta por cuatro sepulcros de falsa cúpula: Cabezo del Tesoro, Suerte del Bizco, Cabezo del Molino y Charco del Toro.

 El asentamiento se ocupa durante dos periodos diferenciados. En una primera fase, de finales del IV e inicios del III a.d.C, el lugar fue ocupado por una pequeña comunidad desprovista de fortificación. Las cabañas eran estructuras ovaladas, semi-excavadas en la pizarra, con paredes y techumbre de ramajes recubiertos de arcilla. En un momento indeterminado de la primera mitad del III milenio se produjo la reestructuración del poblado, construyéndose el recinto fortificado y la necrópolis megalítica. El poblado ocupa una superficie de 0,75 hectáreas, en el que destaca la presencia de un recinto amurallado de morfología ovalada, de 36 metros de longitud en el eje este-oeste y 26 metros de anchura en el eje norte-sur, con estructuras domesticas y viviendas al interior y exterior del mismo.. El recinto, presenta varios bastiones, tanto huecos como macizos, unidos por lienzos de muralla, y un acceso en el lateral suroeste. En las excavaciones realizadas, se localizaron dos bastiones huecos en la zona noroeste-oeste y un bastión macizo en el sector este, pudiendo tener en origen, dos más, uno en el ángulo noreste y otro en el lateral sur. Su construcción se adapta a la topografía del terreno, empleando un sistema mixto en el que se combinan los muros de mampostería de pizarra trabados con mortero de barro conjuntamente con el tapial. Originalmente los muros de los lienzos de muralla y bastiones alcanzarían una altura aproximada de 2,5 metros, distinguiéndose dos partes: el tramo inferior, compuesto por mampostería de pizarra de 1,5 metros de alzado, y el remate o zona superior, en torno a 1 metro de altura, construida mediante un tapial compuesto por arcilla y pequeñas lajas de pizarra. Actualmente, los muros sólo conservan un alzado de entre 0,20 y 0,70 metros.

Los lienzos de la muralla oscilan en anchura entre 1,5 y 2,5 metros, siendo las caras externas ligeramente ataludadas. Los bastiones son de forma circular o semicircular, variando en tamaño: bastión hueco oeste, con muros de 2 metros de anchura y 7 de diámetro en el eje mayor; bastión hueco norte, cuenta con muros de 1,5 metros de ancho y hasta 5,5 metros de diámetro, con un sistema de contrafuerte externo; bastión macizo este, de 6 metros de diámetro. Los bastiones huecos contaban con un espacio interno en el que se desarrollaban actividades cotidianas y domesticas, además de las tareas específicas de control del territorio.

Los espacios de hábitat y las distintas áreas de actividades domésticas se localizaban en el interior y exterior del recinto fortificado, registrándose diferentes tipos de estructuras de habitación y producción, con hogares y hornos. Existían dos tipos de viviendas: cabañas circulares con zócalos de mampostería de pizarra, localizadas en el interior del recinto y chozas de ramajes vegetales al exterior, que se correspondían con las distintas unidades domésticas que formaban el poblado. Las cabañas del interior, dispuestas junto a los paramentos del recinto, alcanzaban unos 3-3.5 metros de diámetro máximo y estaban formadas por paredes de ramaje vegetal que apoyaban en zócalos de piedra, recubiertos de arcilla y techumbre cónica de entramado vegetal, que descansaba sobre un poste central de madera anclado en un agujero excavado en el sustrato. En el espacio central se han localizado hogares delimitados por piedras para distintos usos, un horno de arcilla para manufactura de productos cerámicos, bancos de trabajo para el apoyo de los molinos de piedra para el procesamiento de los cereales y desarrollo de otras actividades, como la elaboración de instrumentos líticos y otros trabajos.

Según los excavadores, el asentamiento se organizaría en dos grandes espacios funcionales: por un lado el espacio exterior de la muralla y por otra el recinto interior. La zona exterior, abierta, formada básicamente por cabañas parcialmente excavadas en la roca y dotadas de hogares anejos, y la parte interior con cabañas más sólidas levantadas sobre zócalos de pizarra que se distribuían en torno a la cara interior de la muralla, ocupando los hogares el espacio central y abierto del poblado. Así pues, parece que en las cabañas del interior se procesarían los alimentos y para realizar actividades propias de una zona de habitación, más que para actividades productivas especializadas.

En superficie sólo se observan las estructuras defensivas de los sectores Norte y Sureste del recinto fortificado. El resto de las estructuras se encuentran bajo tierra, algunas porque han sido tapadas de manera preventiva, otras porque no se han excavado y otras porque han sido soterradas por procesos de sedimentación / colmatación.

El recinto fortificado, al estar parcialmente expuesto en superficie y carecer de medidas de conservación / consolidación efectivas, está sufriendo un progresivo deterioro, agravándose con el paso del tiempo las patologías, que podría acarrear efectos severos y destructivos sobre el sitio arqueológico. No obstante, las estructuras que están bajo tierra deben presentar un buen estado de conservación, ya que se preservan bajo una capa de tierra orgánica de unos 20 - 30 centímetros de espesor.

No obstante, las estructuras que están bajo tierra deben presentar un buen estado de conservación, ya que se preservan bajo una capa de tierra orgánica de unos 20 - 30 centímetros de espesor.